Giuliani de alcalde emblemático a coacusado de conspiración

Giuliani de alcalde emblemático a coacusado de conspiración

La acusación en el caso de conspiración electoral en Georgia ha marcado quizás, el punto más bajo en la carrera de Rudolph ‘Rudy’ Giuliani, quien había basado su legado en una leal alianza con la administración Trump.

Durante la agitación de la campaña presidencial de 2016, el estratega político Rick Wilson se encontró con su antiguo jefe, Giuliani,  y le aconsejó firmemente que no se uniera a Donald  Trump. No resultaría en nada bueno. «Incluso si gana, te destruirá», recordó Wilson haberle dicho a Giuliani. «Este tipo te humillará». Wilson recordó que fue desestimado como un floridano provinciano incapaz de entender el vínculo entre dos neoyorquinos: aspirantes de barrios periféricos que caminaban por las calles de Manhattan con aires de propiedad y ahora estaban al alcance del poder.

«Él se ocupará de mí», decía Giuliani a quienes lo rodeaban. Un puesto en el gabinete, probablemente. Tal vez secretario de Estado.

Nunca sucedió. En cambio, Giuliani se convirtió en el secretario de agresión y leal seguidor de Trump: su perro de ataque, asesor legal, cómplice no acusado y ahora, coacusado en un caso de conspiración criminal.
Los dos amigos de Nueva York, junto con otras 17 personas, fueron acusados el lunes en Georgia en un amplio caso de asociación ilícita centrado en la grave acusación de que conspiraron ilegalmente para revertir las elecciones presidenciales de 2020 a favor del perdedor, Trump. Añadiendo a la ignominia de Giuliani, de 79 años, está el hecho de que en algún momento fue un innovador fiscal que se especializaba en casos federales de asociación ilícita.

«Creo que va a ser aterrador para él», dijo Wilson, un ex republicano que trabajó como asesor de Giuliani hace un cuarto de siglo. «El sistema de justicia está tocando su campana y exigiéndole rendir cuentas».
El martes, Giuliani respondió a su acusación llamándola «solo el siguiente capítulo en un libro de mentiras con el propósito de incriminar al presidente Donald Trump y a cualquiera dispuesto a desafiar al régimen gobernante». El caso de Georgia, agregó en su declaración preparada, «es un ultraje para la democracia estadounidense y hace un daño permanente e irrevocable a nuestro sistema de justicia».

El lunes por la noche, mientras el gran jurado en el condado de Fulton, Georgia, se preparaba para presentar la acusación de 41 cargos, se pudo ver a Giuliani en su programa de transmisión en vivo nocturno, «América’s Mayor Live», viendo una transmisión de lo que sucedía en el tribunal de Atlanta, haciendo comentarios sarcásticos y tratando de parecer imperturbable.

«Es el guerrero feliz por excelencia», mantuvo Ted Goodman, asesor político de Giuliani.

Aún así, la acusación penal de Giuliani, la primera, marca hasta ahora el punto más bajo en su caída de reputación de varios años. Una vez aclamado como un temerario agente de la ley, alcalde de la ciudad de Nueva York que cambió el juego y héroe del 11 de septiembre, ahora está definido por una sumisión al 45º presidente que a veces derivó en bufonadas.

Daniel C. Richman, un ex fiscal federal que trabajó bajo las órdenes de Giuliani cuando era fiscal de los Estados Unidos en Manhattan, se encuentra entre una legión de ex colegas que luchan por reconciliar al Rudy de entonces y al de ahora.

«Lo encontré como un líder inspirador», recordó Richman, ahora profesor en la Facultad de Derecho de Columbia. «Estaba muy centrado en la ley, comprometido con lo correcto y lo hacía».

Dijo que aunque el mandato de Giuliani como alcalde, de 1994 a 2001, tuvo sus altibajos, «se levantó ante la ocasión el 11 de septiembre», tranquilizando a los neoyorquinos después de los ataques terroristas al World Trade Center en el Bajo Manhattan.

Menos de una década después de dejar la Alcaldía en medio del reconocimiento internacional, fue la Persona del Año de la revista Time en 2001, Giuliani era un político derrotado. Su torpe y costosa candidatura a la nominación presidencial republicana en 2008 dejó a la campaña con una deuda de aproximadamente 3,6 millones de dólares y al candidato, como admitió más tarde, sintiendo indicios de irrelevancia.

Este fue un período especialmente oscuro para Giuliani, según el periodista Andrew Kirtzman, cuyo libro de 2022, «Giuliani: El Ascenso y la Trágica Caída del Alcalde de América», describe al ex alcalde como deprimido, autocompasivo y bebiendo en exceso.
Pero Trump vino en su ayuda, escribió Kirtzman, proporcionando a Giuliani y su entonces esposa, Judith Nathan, varias semanas de refugio en una cabaña apartada en su complejo en Florida, Mar-a-Lago.

Giuliani pudo devolver el favor, así como regresar al centro de atención, varios años después. Durante la temporada de elecciones presidenciales de 2016, no solo respaldó a Trump, en contra del consejo de personas como Wilson, sino que se convirtió en un defensor tan feroz que algunos se preguntaban sobre su bienestar mental.

Pero cuando Trump se vio involucrado en una investigación federal, dirigida por el fiscal especial Robert S. Mueller III, sobre una posible interferencia rusa en las elecciones de 2016, Giuliani reemplazó al abogado personal del presidente y, una vez más, emergió como su defensor más fiero. Lidiando con un divorcio de su tercera esposa y sin ocupar un puesto bien remunerado en un importante bufete de abogados, se adentró aún más en la esfera caótica de Trump.

No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a trabajar para promover las ambiciones políticas del presidente al tratar de persuadir a altos funcionarios ucranianos para que investigaran y dañaran al probable rival de Trump para las elecciones de 2020, Joseph R. Biden Jr. Su inmersión en asuntos ucranianos fue tan profunda que los fiscales federales en Manhattan abrieron una investigación criminal contra Giuliani que finalmente se cerró, pero no antes de que se ejecutara una orden de registro en su apartamento en el Upper East Side.

En la Noche de las Elecciones de 2020, con las posibilidades de Trump desvaneciéndose hora tras hora, el presidente declaró la victoria, alegando fraude electoral, incitado por un Giuliani enfocado en conspiraciones. Más tarde, al testificar ante la comisión del Congreso que investigaba el asalto al Capitolio el 6 de enero, los colaboradores de Trump describieron a Giuliani como altamente intoxicado esa noche, una descripción que él ha rechazado.
Varios días después, el 12 de noviembre, los abogados electorales de Trump le informaron al presidente que no podían encontrar evidencia de fraude electoral, a pesar de lo que había estado afirmando públicamente. Pero Giuliani prevaleció nuevamente, esta vez compartiendo la teoría falsa de que las máquinas de votación Dominion habían convertido miles de votos de Trump en votos de Biden, y alentando al presidente a presentar una demanda en Georgia.

Las acciones de Giuliani a partir de este punto se detallan en la acusación del lunes por la noche, que hace eco de la acusación federal presentada a principios de este mes, en la que Trump fue acusado de conspirar para revertir los resultados de las elecciones de 2020 y en la que Giuliani aparece como «Co-Conspirador 1» no acusado.

Muchos de los que sirvieron en la Casa Blanca de Trump culpan en parte a Giuliani por los dos juicios políticos de su líder. Se le ha suspendido la práctica de la abogacía en Nueva York y Washington por sus esfuerzos por revertir las elecciones de 2020, y un panel de ética en Washington recomendó recientemente que se le retire la licencia.

Giuliani enfrenta otros problemas legales, entre ellos una demanda reciente presentada por Noelle Dunphy, una ex asistente, que lo acusa de robo de salarios, acoso sexual y comportamiento grosero impulsado por el alcohol, y afirma que su gratificación sexual era un «requisito absoluto» de su trabajo.
La demanda incluye transcripciones de audio incómodas. A través de su asesor, Giuliani ha dicho que la relación fue consensual y negó enérgicamente cualquier mala conducta.
Giuliani, quien ha insinuado a amigos que está casi en la quiebra, también enfrenta desafíos financieros, enraizados al menos en parte en su lealtad a Trump, quien se negó a pagarle por su trabajo legal. Finalmente, este año, el super PAC de Trump pagó $340,000 a un proveedor que trabajaba en nombre de Giuliani.

Algunas decisiones de carrera recientes huelen a desesperación. El año pasado, Giuliani participó como concursante disfrazado en el programa de realidad «The Masked Singer». Vestido como un muñeco jack-in-the-box, cantó una versión desafinada de «Bad to the Bone». Y a través de la aplicación de video personalizada llamada Cameo, ha estado grabando videos personalizados para bodas, cumpleaños y otros eventos por $325.