Un papa de Chicago con alma latinoamericana asume el liderazgo del Vaticano

El humo blanco que se elevó al cielo desde la Capilla Sixtina marcó un hito sin precedentes en la historia de la Iglesia católica. Tras solo dos días de deliberaciones, los cardenales reunidos en cónclave eligieron al nuevo sucesor de Pedro: Robert Prevost, nacido en Chicago, Estados Unidos, quien ha tomado el nombre de León XIV, convirtiéndose así en el primer papa estadounidense en los más de dos mil años de historia del cristianismo.

La elección de Prevost ha sido recibida con sorpresa por algunos sectores del Vaticano, dado que tradicionalmente se ha considerado improbable la elección de un pontífice de nacionalidad estadounidense, debido al peso geopolítico global de ese país. Sin embargo, la extensa trayectoria pastoral y eclesial de Prevost en América Latina, especialmente en Perú, ha sido clave para mitigar estas reservas históricas.

Prevost, miembro de la Orden de San Agustín, es un religioso con profunda experiencia tanto pastoral como institucional. No solo fue superior general de su orden religiosa, sino que también desempeñó una labor determinante en Perú, donde durante años sirvió en zonas rurales y urbanas como misionero y, posteriormente, como obispo de Chiclayo. Fue su cercanía al pueblo latinoamericano, su dominio del español y su capacidad para liderar en contextos sociales complejos lo que llevó al papa Francisco a confiarle una de las oficinas más estratégicas del Vaticano: la Congregación para los Obispos, desde donde ejercía gran influencia evaluando candidaturas episcopales a nivel global.

Su perfil técnico, pastoral y multicultural encajó con el espíritu de renovación que impulsó su predecesor, el papa Francisco. La elección de Prevost refleja también un giro simbólico y práctico hacia una Iglesia más representativa de su base fiel, con una mirada especial hacia América.

Mientras tanto, en Panamá, se continúa sintiendo el eco del legado de Francisco. El arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa, conversó con Vatican News sobre lo que significó el pontificado de Francisco para la región. Recordó con emoción cómo, contra todo pronóstico, Panamá organizó con éxito la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en 2019, una hazaña que parecía “impensable” para una Iglesia tan pequeña. Mons. Ulloa aseguró que fue la confianza y el aliento del papa Francisco lo que permitió que ese sueño se convirtiera en realidad.

“El Papa nos animó a hacer la jornada a la panameña, a la latinoamericana, sin esquemas, con espontaneidad, pero con cercanía al pueblo”, afirmó el prelado. Además, añadió que uno de los mayores legados que deja Francisco es el impulso a soñar en concreto, no sólo a imaginar, sino a ejecutar, a confiar en que el Espíritu Santo pide cosas nuevas cada día.

Este doble acontecimiento —la elección de un papa con alma latinoamericana y la reafirmación del legado de Francisco en Panamá— revela el dinamismo actual de una Iglesia que mira con decisión hacia el sur global, sin renunciar a la universalidad de su mensaje. El papa León XIV, nacido en una metrópoli estadounidense, pero forjado espiritualmente en las tierras andinas del Perú, representa quizás la síntesis más clara del presente de la Iglesia: global, pastoral, cercana y sin miedo al cambio.