
REDACCIÓN | Panamá en Directo
Panamá | abril 8, 2025Audio generado por AI para Panamá en Directo
Panamá en Directo | Luces encendidas y silencio forzado, así se vive los migrantes en la megacárcel de Bukele
En las montañas aisladas de El Salvador, donde el concreto se impone al paisaje y los muros electrificados marcan el límite entre el mundo exterior y un régimen de hierro, se levanta el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot). Esta gigantesca prisión, inaugurada en enero de 2023 y construida en un tiempo récord de siete meses, ha sido presentada por el gobierno salvadoreño como la joya de la corona de su estrategia de seguridad. Pero ahora, una nueva y polémica población ha llegado a ocupar sus celdas: los deportados desde Estados Unidos, acusados —o simplemente sospechosos— de pertenecer a peligrosas pandillas como MS-13 o el Tren de Aragua.
Durante un recorrido exclusivo concedido a CNN, el director de la prisión, Belarmino García, confirmó que los hombres enviados desde Estados Unidos están recluidos dentro del Cecot y aseguró que no hay trato preferencial: “No hay privilegios”, declaró con firmeza. Y aunque evitó entrar en detalles sobre los casos individuales, dejó claro que su día a día no difiere del de los criminales convictos que comparten esas paredes. “Están bajo las mismas condiciones”, insistió.
Una rutina sin respiro
Eso significa 23 horas y media al día dentro de celdas comunales sin privacidad ni mobiliario, más allá de literas metálicas sin colchones ni almohadas. Espacios austeros, iluminados de forma permanente, donde ni siquiera el sueño ofrece un refugio total. Las celdas, diseñadas para alojar hasta 100 hombres, son patrulladas constantemente desde pasarelas elevadas por guardias armados. No hay pertenencias personales. El aseo se reduce a un lavabo de cemento y una jarra grande para beber agua. Para ir al baño, los reclusos deben usar inodoros abiertos, expuestos a la vista de todos.
Y si necesitan salir de la celda —para un control, una audiencia judicial por videollamada o una revisión médica— el protocolo es inflexible. Son esposados con las manos a la espalda y conducidos a toda velocidad, en fila, formando lo que las autoridades denominan una “espina de pescado humana”, donde cada recluso encaja sus piernas con las del siguiente, apretados y vigilados.
El caso de Kilmar Abrego: deportado por error
Entre los deportados hay casos particularmente desconcertantes. Uno de ellos es el de Kilmar Armando Abrego García, un trabajador del metal residente en Maryland y padre de tres hijos, que fue expulsado de Estados Unidos por un “error administrativo”. A pesar de no tener antecedentes penales ni vínculos con pandillas, fue enviado al Cecot junto con presuntos criminales. Su caso ha llegado ahora a la Corte Suprema de EE.UU., que ya extendió el plazo ordenado por un tribunal inferior para que la administración lo repatríe antes de la medianoche del lunes pasado.
La sección 8 del Cecot, donde se encuentran los deportados, permanece cerrada a la prensa. CNN no pudo ingresar allí durante su visita, aunque sí tuvo acceso a otras áreas donde observó los protocolos que se siguen durante las audiencias judiciales remotas.
Una prisión que simboliza el nuevo rostro del poder
En total, el Cecot se acerca ya a su capacidad máxima de 40.000 reclusos, aunque el número exacto es clasificado. El año pasado, las cifras oficiales hablaban de entre 10.000 y 20.000 detenidos. Hoy, el lugar está más concurrido que nunca, en gran parte por la continuidad de arrestos bajo el régimen de excepción impuesto por el presidente Nayib Bukele, que ha suspendido garantías constitucionales y ha permitido detenciones masivas.
Un ejército de más de 1.000 guardias armados patrulla el complejo día y noche. Diecinueve torres de vigilancia y múltiples cercas electrificadas protegen el perímetro. Cada uno de los ocho sectores funciona como un mundo autosuficiente: con salas de audiencias virtuales, clínicas médicas y sistemas de vigilancia independientes. La lógica es clara: los presos no deben salir nunca de su módulo.
“Esta es una de las consecuencias”: el mensaje de EE.UU.
El mes pasado, la secretaria de Seguridad Nacional de EE.UU., Kristi Noem, visitó el Cecot y grabó un mensaje directo a los inmigrantes indocumentados. “Esta es una de las consecuencias que podrían enfrentar”, advirtió. “No vengan a nuestro país ilegalmente. Serán deportados y procesados”. Para muchos, fue una declaración explícita de que esta prisión ya forma parte de la política de disuasión migratoria estadounidense.
Pero el Cecot no está exento de críticas. Organizaciones de derechos humanos han denunciado detenciones arbitrarias, condiciones inhumanas y la desaparición efectiva de garantías legales para miles de personas. Bukele ha reconocido que se han producido errores: “Algunos han sido detenidos injustamente”, dijo en una entrevista. Según el gobierno, ya se ha liberado a varios miles tras revisiones.
¿Control o autoritarismo?
Para los detractores del régimen salvadoreño, el Cecot es la prueba viviente de cuánto pueden retroceder los derechos civiles en poco tiempo. Para otros, es el símbolo de la victoria contra el crimen que por décadas convirtió a El Salvador en la “capital del asesinato del mundo”. Mientras tanto, dentro de sus muros, la vida sigue su curso inmutable: luces encendidas, literas de metal, silencio impuesto… y miles de historias esperando ser contadas.