
REDACCIÓN | Panamá en Directo
Panamá | abril 13, 2025Audio generado por AI para Panamá en Directo
Panamá en Directo | Se apaga la vida de Mario Vargas Llosa, queda su literatura
El sábado 13 de abril de 2025 se apagóla vida del premio Nobel, Mario Vargas Llosa, arquitecto de ficciones monumentales, y testigo lúcido de las contradicciones del mundo contemporáneo, falleció en Madrid a los 89 años. Según informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana, el escritor murió en paz, rodeado por su familia, cumpliendo con su deseo de una despedida íntima y sin ceremonias públicas. Sus restos serán incinerados, como él lo estipuló en vida.
Con su partida se cierra un capítulo decisivo en la historia de la literatura universal. Vargas Llosa no solo fue uno de los protagonistas del boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, sino también el más rigurosamente fiel a la vocación literaria como disciplina y forma de vida. En palabras de su colega José Donoso, fue “el primero de la clase”, un narrador voraz, perfeccionista y cerebral, cuyo catálogo de obras maestras impresiona tanto por su calidad como por su cantidad.
Desde su primera gran novela, La ciudad y los perros (1963), Vargas Llosa demostró que la ficción podía ser a la vez laboratorio formal y espejo social. En ese internado militar brutal, inspirado en su adolescencia en el colegio Leoncio Prado, puso en escena la violencia estructural de la sociedad peruana. Años más tarde, con Conversación en La Catedral (1969), diseccionaría esa misma sociedad bajo la dictadura de Odría, en una novela-río que se convirtió en referencia obligada del realismo político latinoamericano.
Sus ficciones, lejos de quedar enmarcadas en su país natal, se desplegaron hacia el continente y el mundo. En La guerra del fin del mundo (1981), reconstruyó el delirio místico y la masacre de Canudos en Brasil; en La fiesta del Chivo (2000), penetró los laberintos del terror en la República Dominicana de Trujillo. En todas ellas, el poder fue una obsesión central: sus mecanismos, corrupciones y estragos.
No obstante, Vargas Llosa también supo escribir desde la ligereza irónica y la confesión autobiográfica. Lo hizo en La tía Julia y el escribidor (1977), donde se parodió a sí mismo como joven aprendiz de escritor, y también en La orgía perpetua (1975), ensayo devoto sobre Flaubert que funciona como manifiesto de su credo literario: exigencia, estructura, verosimilitud.
Incansable lector y crítico, dejó además un legado de ensayos imprescindibles. En La verdad de las mentiras (1990 y 2002), defendió con fervor el lugar de la ficción como refugio y revelación: “Nos inventamos para vivir”, escribió. Y vivió, como pocos, entre libros, ideas y polémicas.
En 2010, la Academia Sueca le otorgó el Nobel de Literatura por “su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, la revuelta y la derrota”. Y en 2023, su consagración traspasó aún más fronteras: fue admitido en la Academia Francesa, convirtiéndose en el primer escritor en lengua española en ocupar un sillón en esa institución.
En su último cumpleaños, celebrado el 28 de marzo, Vargas Llosa recibió un homenaje inesperado: cadetes del colegio militar Leoncio Prado formaron sus iniciales en el patio del colegio, junto al mar del Callao. Un dron capturó la escena desde el aire, como si se tratara del último plano de una película. Aquel fue quizá el último tributo público en vida a un hombre que transformó la experiencia peruana —y la humana— en una arquitectura de palabras.
Su obra no se apaga con su muerte. Como toda gran literatura, seguirá siendo interrogada, leída, discutida. Vargas Llosa no solo narró su tiempo: lo desmenuzó, lo desafió, lo reinventó. Y con ello, nos obligó a mirar más de cerca las luces y las sombras de nuestras propias ficciones.